En los tiempos que corren, nos encontramos con un nuevo modelo laboral, concebido como un nuevo tipo de gerenciamiento, control y organización del trabajo. Ha logrado sortear los mandatos de derechos conquistados por los trabajadores y generar una metodología de precarización laboral impune. Cada vez son más las empresas que utilizan este modelo como Pedidos Ya, Rappi, Uber, Eats y Glovo.

La uberización es el proceso en que el trabajador se ve despojado de derechos, garantías y protecciones asociados al trabajo y acarrea con los riesgos y costos de su actividad. Un proceso en el cual las relaciones sociales de trabajo asumen la apariencia de ‘prestación de servicios’, invisibilizando la relación de asalariamiento y de explotación del trabajo (Antunes, 2020).

El verbo “uberizar” definido como “transformar con un modelo económico innovador aprovechando la tecnología digital”. (diccionario de relaciones industriales Roberts’) Se presenta como nuevo tipo de economía innovadora y colaborativa, donde los asalariados aparecen como “colaboradores” o “emprendedores”.

El trabajador uberizado está disponible para el trabajo, pero sólo es utilizado de acuerdo diversidad de géneros existentes con la demanda, consolidándose la condición de trabajador just-in-time en un contexto de tercerización, informalidad y de flexibilidad laboral. La uberización trasciende a la empresa Uber, no se limita al transporte de personas o mercancías y también trasciende el trabajo por plataforma. Es el resultado de décadas de eliminación de derechos, de dispersión global, pero al mismo tiempo, de centralización de las cadenas productivas y desarrollo tecnológico, que subyace a nuevas formas de organización y control del proceso de trabajo.

De este modo, la uberización es la síntesis de una época histórica caracterizada por la expansión de la precarización del trabajo de un lado, y el avance tecnológico bajo el comando de un capital financiero hiperconcentrado, del otro. Una época de polarización social extrema y de crisis estructural del capital.

Existe, sin embargo, una novedad en las plataformas digitales que se refiere a la gestión algorítmica que ofrece la posibilidad gigantesca al capital de extraer, procesar y gestionar millones de datos de una multitud de trabajadores, de forma centralizada y monopolizada. De este modo, la clave para comprender el capitalismo de plataforma es desentrañar el lugar que ocupa la extracción y uso de los datos como materia prima fundamental (Nick Srnicek, 2015). La gestión o control algorítmico del trabajo se encuentra entre las oscuridades de la uberización, pues -salvo las propias plataformas- no se conoce con exactitud cómo opera. El gerenciamiento algorítmico del trabajo se refiere a esa posibilidad, técnica y política, oscura y flexible de mapear y transformar en datos administrables la actividad de millones de trabajadores, de consumidores y de empresas.

Con el algoritmo el control pierde la forma rígida, ejerce mecanismos en tiempo real de regulación de la productividad del trabajo, como los desafíos o bonificaciones estipuladas en prácticas como el “precio dinámico” usado por estas empresas, que bonifican durante la noche, los fines de semana o días de lluvia para alentar a sus ‘colaboradores’ a trabajar en esas horas más rápidamente. También el algoritmo establece sanciones, pausas o despide. Se trata de mecanismos informatizados de control que transforman en datos la actividad de los trabajadores y al mismo tiempo la gerencia. Permite un uso más intensivo de la fuerza de trabajo, con trabajadores más implicados. Un gerenciamiento que es hecho de manera automatizada, que aparece como “técnico” o “neutral”, pero que puede ser entendido como un control despótico que opera de forma informal y no localizable. El resultado es la succión de una mayor plusvalía apropiada por las corporaciones capitalistas de plataforma, al disminuir los costos laborales e incrementar la cadencia de trabajo. El control algorítmico integra ese campo oscuro de extracción y uso de datos, en donde el trabajador se encuentra subordinado, pero la regulación contractual del trabajo se disuelve en una relación comercial de “dos empresarios”: la empresa de plataforma y el trabajador bajo régimen unipersonal.

Ahora bien, mediados por un celular, los trabajadores se postulan en las apps para encontrar trabajo y obtener un ingreso diario, pero de manera intermitente. La llamada economía de trabajo temporal hace simplemente que la agencia de búsqueda de trabajo, el puerto o la obra estén online, agregando con ello una vigilancia generalizada.

La búsqueda de un trabajador que se encuentra disponible pero solo se remunera según el uso exacto de su fuerza de trabajo, no es nueva, por el contrario, vuelve sobre la relación permanentemente conflictiva de capital-trabajo. Un conflicto que se materializa históricamente en la lucha por la reducción de los ‘poros de tiempo’ que el taylorismofordismo intentó imponer ‘científicamente’ en el siglo XX y contestada por la organización de los trabajadores en la pelea por las horas de descanso y, en general, por la seguridad en torno a su propia reproducción y envejecimiento. En este tire y afloje que es la lucha de clases, los nudos de la cuerda están hechos por definiciones en permanente disputa y movimiento.

 La uberización busca consolidar la reducción del trabajador a mero factor productivo para que se vuelva responsable de su propia reproducción social (“soy mi propio jefe”). En este proceso se desdibuja el tiempo de trabajo y no trabajo, lo que implica que todo el tiempo de vida consciente del trabajador es potencialmente tiempo de trabajo. Así vemos a jóvenes en bicicletas o motos deambulando por la ciudad doce o catorce horas por día, siete días a la semana, con la urgencia de la próxima entrega. Ese “llegar justo tiempo” tiene consecuencias en la salud física y mental, es enfermarse de ansiedad y agotamiento, es perder la vida por accidentes de tránsito

A nivel internacional fueron creciendo las organizaciones de trabajadores por plataforma con acciones de lucha coordinadas globalmente. En Octubre de 2020 se realizó un “paro mundial” de trabajadores de plataforma de distintas aplicaciones de Latinoamérica, EEUU y Europa donde reclamaron aumento del pago percibido por cada envío, coberturas por accidentes, seguro de vida, cobertura médica y licencias pagas por las empresas. Exigieron que los repartidores sean enmarcados en una relación laboral de dependencia, algo que no está previsto en el modelo de las plataformas. El petitorio incluyó, además, otras cuestiones, como la revisión del sistema de puntaje (ranking).

 A nivel nacional, nos encontramos con la deficiente protección de la Ley de Contrato de Trabajo, N° 20.744. Importante destacar el DNU 413/2021, mediante el cual el Poder Ejecutivo Nacional prorrogó la prohibición de los despidos y suspensiones hasta el próximo 31 de diciembre del corriente año, en el marco de la emergencia pública en materia sanitaria declarada por la Ley 27.541

            Tampoco podemos dejar de mencionar la aprobación en la Legislatura porteña la ley para reglamentar y regular la actividad de reparto de plataformas digitales. El fraude laboral que cometen estas empresas multimillonarias viene de larga data. Hace muchos años que los jóvenes pelean por mejores condiciones laborales, que se los reconozca como trabajadores, poder tener cobertura médica, que se hagan cargo las empresas de los elementos de trabajo. Las y los trabajadores dicen que la Ley parece estar escrita por Pedidos Ya, es como un calco del contrato laboral que les hacen firmar. Está hecha a la medida de las empresas. Esto es un precedente para que se avance en la precarización a nivel nacional. Se realizó una protesta para rechazar esta Ley que empeora las condiciones ya de por sí precarias, ese día hicieron un tuitazo con el hashtag #AbajoLaLeyDeLarreta. Los trabajadores vienen peleando para que el sindicato ASSIM se ponga a la cabeza de esta pelea, lamentablemente ocurrió todo lo contrario.

Otro tema a tratar, es que el gobierno nacional anterior, insistió durante gran parte de su mandato en la necesidad del tratamiento y aprobación de una reforma laboral. Lo hicieron usando distintas estrategias para ello, presentando un proyecto de ley unificado, y también por vía de iniciativas legislativas separadas, sumado a una importante campaña publicitaria en ciertos medios de comunicación. La reforma laboral propuesta por aquellos días significaba en la práctica dos cosas: La primera de ellas, era apostar a la uberización del mercado laboral; y la segunda, tenía como objetivo hacer un importante recorte de derechos adquiridos y de logros sindicales históricos. Pero siendo realistas, el gobierno de turno actual tampoco ha logrado brindar el apoyo adecuado a la fuerza laboral ni tratar la flexibilización y precarización. No importa de qué lado de la grieta te encuentres, el perjudicado siempre resulta el trabajador.

Desde que comenzó la pandemia, han fallecido 8 repartidores trabajando. Como vienen denunciando trabajadores y trabajadoras del sector apps, estas muertes son producto de las condiciones de trabajo que imponen las empresas con el aval del Gobierno nacional, un claro fraude laboral y sin ningún tipo de derecho ni cobertura. Esto es alarmante.

La uberización del trabajo en el contexto de pandemia y pospandemia se constituye en una forma de explotación (Sotelo Valencia, 2012). Basado en el control algorítmico, la tercerización, informalidad y precarización que se generaliza hacia nuevas ocupaciones y sectores económicos. En un contexto de agudización de la crisis del capital, ascenso de la población sobrante y destrucción de derechos laborales. La emergencia de nuevas formas de lucha y organización del trabajador uberizado que no encuentra lugar en las viejas formas de un sindicalismo burocratizado y estatizado.

 El economista Alan Krueguer abrió caminos que podemos llenar si aceptamos que un trabajo independiente no tiene por qué estar despojado de beneficios formales que empresas y Estado pueden generar para los trabajadores, además de la paga justa y digna por sus prestaciones. Un trabajador de plataformas no tiene por qué estar atrapado en la precariedad. Son tareas dignas y demandadas, que pueden encuadrarse en marcos que combinen protección laboral y viabilidad empresaria. La intermitencia laboral es un fenómeno con el que deberemos convivir a futuro y a la que podemos convertir en una oportunidad: cuentapropistas calificados con ingresos dignos, satisfacción de necesidades de múltiples segmentos de consumidores y miles de microempresas floreciendo. La demanda del ahora es pensar fuera de la caja. Superar viejos códigos y ampliar miradas para construir nuevos modelos que amplifiquen los beneficios de la innovación tecnológica y de negocios hacia el conjunto de la sociedad. Es la vía para superar debates frustrados, fallos judiciales apurados, prevalencia de los más fuertes o exigencias de sindicalización tradicional como único camino. Viejas fórmulas de regulación y funcionamiento no pueden encajar bien en nuevas expresiones de innovación tecnológica y prestación de servicios. Debemos regular de manera inteligente y no olvidar que el trabajo digno es uno de los pilares fundamentales de la sociedad, producto de una lucha histórica que continua hasta el día de hoy, es un deber y no una opción asegurar la dignidad del trabajador en todos sus aspectos y nuevos formatos.

Tomatis, Antonela