Por Santiago García

El peronismo unido fue aplastado en una PASO y parece ser que no hay lugar para “redoblar esfuerzos” como le gusta a la militancia arengar, sin importar el color político. Sin dudas, el peronismo unido no es algo cotidiano, pero en esta oportunidad fue un hecho. Con más o menos ganas, el oficialismo presentó una sola lista y, aunque en el reparto el tradicional peronismo acompañó a La Cámpora, puertas para afuera le ofrecieron una sola alternativa al votante justicialista.

En el contexto de pandemia que nos azota, y que los gobiernos locales, provinciales y el nacional se encargaron de traer a la mesa de justificaciones previo a las elecciones, faltó el gesto que la dirigencia política tenía que dar. Ese debió ser, entre otros, el que tildaban de demagogia cuando comenzó la cuarentena, la baja de sueldos para los políticos. En épocas donde las posibilidades de mejorar la vida de la población por situaciones algo ajenas a tu órbita de acción son nulas, los guiños intrascendentes pueden generar empatía entre gobernantes y gobernados.

Antes de adentrarnos en lo que, a mi juicio, faltó hacer, repasemos los problemas que agobian a los argentinos:

La crisis acentuada por la pandemia dejó un piso de pobreza más alto que en las últimas décadas. Es de esperar que esto esté ocurriendo, más allá de las variaciones que estamos observando en el contexto de la actual burbuja electoral. Si el piso estructural de pobreza antes de la crisis sanitaria había llegado al 30%-35% de la población, la situación actual, describe un escenario de estancamiento con alta inflación que pone el piso más arriba, al menos alrededor 38-40%.

Las PASO fueron la elección de medio término que tuvieron, por lejos, la proporción de población más alta bajo la línea de la pobreza de los últimos 16 años, de acuerdo a Abeceb. La cifra más cercana es de 2005, cuando la economía aún se recuperaba del golpe de la crisis de fines de 2001, con 36,4%, desde ese momento tuvo caídas en los cuatro comicios parlamentarios siguientes, incluso llegó a ser de 25,7% en 2017.

El índice de la pobreza multidimensional, medición realizada por el Consejo de Coordinación de Políticas Sociales, que mide otros aspectos como vivienda, empleo o salud, alcanzó el 49,6% de los habitantes, unas 22,7 millones de personas.

Este organismo explica que, “con el propósito de arribar a un índice de pobreza multidimensional basado en el enfoque de derechos, se seleccionaron indicadores que contemplen las siguientes dimensiones: vivienda, hábitat y servicios básicos, educación, empleo y protección social y salud”. Según la metodología definida, un hogar puede ser considerado pobre si tiene carencias en dos de los aspectos anteriores.

En ese sentido, los criterios de consideración para establecer esa medición alternativa de la pobreza toman en cuenta la “precariedad de los materiales de la vivienda, hacinamiento, tenencia insegura de la vivienda, condiciones sanitarias deficientes, ubicación en zona vulnerable”.

Por otra parte, el indicador alternativo a la medición por ingreso estudia el nivel de “inasistencia a un establecimiento educativo en las edades obligatorias, rezago escolar de los asistentes, logro educativo insuficiente”; y por otro lado las “dificultades para acceder al empleo remunerado, precariedad laboral de los trabajadores, déficit de cobertura previsional de los adultos mayores y ausencia de doble cobertura de salud (obra social o prepaga)”.

En un año y medio poco menos de 10 millones de personas pasaron a estar bajo la condición de pobreza multidimensional.

Tras el primer impacto de la pandemia en la economía argentina, el indicador de la pobreza multidimensional había pegado un salto de casi 20 puntos porcentuales: subió desde el 28,8% de la población que había registrado en el primer semestre de 2019 hasta el 47% en la segunda mitad de 2020. El golpe que significó a los ingresos y los empleos de las familias la cuarentena estricta de los primeros meses de crisis sanitaria se tradujo en un fuerte deterioro de las condiciones sociales.

Sumado a esto, la inflación general acumulada es del 30% y las consultoras estiman que rondará el 45% anual. Este impuesto no legislado es una variante de suma importancia a la hora de contar votos en el cuarto oscuro, porque es un dato que las personas pueden identificar sin estar leyendo esta columna. Lo pueden comprobar yendo periódicamente al supermercado, sin importar el nivel educativo del consumidor.

El inicio de Alberto Fernández estaba sujeto a revisión por su pasado anti camporista, pero con un alto grado de esperanza. Poco a poco las contradicciones en su historial se fueron topando con las idas y venidas en la gestión. Un inconveniente central para el oficialismo nacional fue no haber podido hablar con el corazón para dar lugar a que le contesten con el bolsillo, emulando aquella histórica frase que aún descansa en la memoria colectiva. No fueron sinceros desde las fiestas en Olivos, el vacunatorio VIP, el funeral de Diego Armando Maradona, las represiones en el interior argentino, las violaciones a los Derechos Humanos, la falsa dicotomía entre economía y salud que se trató solamente de supervivencia política y una interminable lista de declaraciones desafortunadas que pusieron en marcha el ingenio cibernético de los argentinos.

Si las cabezas del Órgano Ejecutivo hubieran hablado con el corazón, se podría resumir la derrota en una cuestión económica. Pero, como se enumeró más arriba, las causas son además de económicas, políticas, discursivas y parecen no tener solución puertas adentro. Esto último se debe a que el peronismo está lo más unificado posible y no tiene actores propios a mano para sumar.

Ninguna inyección extranjera puede crear empleo registrado en un país con el 50% de presión tributaria, por el espanto que genera para inversores y trabajadores. La emisión monetaria no puede detenerse, en la lógica del gobierno, porque el estallido social de los dueños de la calle -léase Grabois- puede ser monumental. Los planes sociales son una lija que acaricia a la clase media y alta pero un simple hueso para los sectores más vulnerables del país. La CGT no podría contener una “atractiva” flexibilización laboral porque hoy en día representan a una minúscula porción de los trabajadores activos, ya que el empleo en negro es la opción de muchos compatriotas y el desempleo es fenomenal; uno de cada dos desempleados tiene menos de 30 años, agravando la situación de los jóvenes que se supone son el futuro del país. Por último, los trabajadores registrados, que aportan a fin de mes para pagar jubilaciones es una minoría castigada que, aún estando afiliados, no serían una masiva herramienta sindical.

La solución: lejos de tenerla quién escribe, sólo puedo reunir una serie de recomendaciones que, aunque parezcan genéricas, son lo que se esperaba de este gobierno. Readecuación de las normas laborales, eliminación de la mayor cantidad de impuestos posibles, optimización completa de los gastos públicos, y, la más importante de todas, la creación de una mesa amplia de diálogo que permita establecer prioridades a la hora de hacer una gigantesca revolución productiva de cara al futuro. Claro que todo esto es para que quienes están en el Estado logren el objetivo de la reelección en 2023, porque no hay tiempo para maniobras bruscas ni lugar para bloopers para las legislativas que se avecinan.

Es un hecho que el kirchnerismo/PJ perderá potencia en el Congreso. Es una realidad que Juntos por el Cambio se potenció de la mano de una renovada Unión Cívica Radical que, con dos meses de campaña, consiguió 1.254.220 votos, muy cerca del establecido opositor al kirchnerismo -léase PRO- que obtuvo 1.895.769 en la provincia de Buenos Aires; estos aires de radicalismo moderno traen a la escena a un viejo adversario del justicialismo que desde el 2001 venía aspirando solamente a conducir los centros de estudiantes de las universidades y a recoger las lapiceras que se le caían al macrismo.

La pregunta es: ¿Hay suficientes patriotas como para tenderle la mano al presidente para un acuerdo que genere alivio social y aumente las chances de la victoria peronista en el 2023?

Me atrevo a responder que ni al peronismo se le puede ocurrir tender puentes y la apuesta será radicalizar a su electorado para tener un buen piso que permita la subsistencia de la estructura. Requisito fundamental para mantenerse a flote a lo largo y ancho del país.