
Por Ludmila Belingueres*
“Estamos, pues, aún hoy, al servicio de aquella política exterior de las grandes potencias que consiste en comprar materia prima barata y vender artículos manufacturados caros«. Alejandro Bunge
Introducción
En este artículo se repasarán brevemente algunos puntos destacados del pensamiento de Alejandro Bunge en términos económicos, de política económica y sobre el rol del Estado en la producción del país. Para hacerlo, se utilizarán en su mayoría, citas de las palabras que el propio Bunge dejó en su última, y tal vez más célebre, obra “Una Nueva Argentina” publicada en 1940, de dos de sus informes oficiales como Director General de Estadística de la Nación publicados en 1917 y 1918 y, por otra parte, de dos de sus disertaciones públicas en el Instituto Popular de Conferencias en los años 1918 y 1921.
Resumen biográfico de Alejandro Bunge
Alejandro Bunge (1880 – 1943) perteneció a los sectores de la Argentina que manejaron los destinos del país hasta la década infame (1930-1943) estudió ingeniería en Alemania y en su regreso al país, trabajó en diferentes secretarias, direcciones y ministerios. Bunge, tuvo a lo largo de su vida un pensamiento conservador propio de su clase, pero, como explica Asiaín en un trabajo realizado sobre las ideas de Ingeniero “… algunas de sus ideas económicas y sociales se alejaron de los lugares comunes de su ámbito social y de su época. Con manifiesta influencia del historicismo alemán recibida durante su formación como ingeniero en Alemania, y aplicando (entonces) novedosos métodos cuantitativos para el estudio de los fenómenos sociales, llegó a la conclusión de que el modelo agrícola ganadero-exportador se encontraba agotado y que debía avanzarse en un desarrollo industrial volcado al mercado interno” (Asiaín, 2014).
Es probable que la base central para comprender las ideas de Bunge sea su crítica al modelo agroexportador. En un trabajo preliminar, de una edición impresa en el año 2019 del libro “Modelo Argentino» de Juan Domingo Perón, realizado por Cristian Mitelman, se aporta al análisis de la figura y el pensamiento del Ingeniero que analizaremos, que “Bunge notó que esta forma de concebir al desarrollo (el modelo agroexportador) no sólo eran incompleta e inconexa, sino que condenaba la Argentina ser una parte pasiva en el proceso económico mundial. Este economista ya había notado algo que los grupos liberales y conservadores que manejaron la economía durante la década infame habían soslayado. En los ciclos económicos de largo plazo los productos con valor agregado (producción industrial) tienden a subir de precio, dado que incorporan tecnologías directas e indirectas. La producción agraria, en cambio, tiende a la baja, ya que los países centrales, al manejar el flujo económico y financiero que nace de la industria pesada, son los que determinan finalmente los precios del mercado”.
Sobre el proceso de diversificación de la producción argentina
A partir de 1914 (Comienzo de la 1° Guerra Mundial) y tal vez, con más énfasis en 1917 y los años posteriores, la producción argentina como resultado de los bloqueos externos, comenzó a diversificarse con notable celeridad.
Para Alejandro Bunge, la producción argentina, tuvo su mayor diversificación especialmente a partir del año 1931 y sostiene tres hechos que fueron necesarios para que aquello se diera de esa manera: La 1° Guerra Mundial en 1914, luego la política imperial de post guerra aplicada por las grandes potencias y también, una nueva crisis internacional en el año 1939, que tuvo consecuencias similares a la Primera Guerra y las políticas imperiales que la siguieron. Bunge, creía que la diversificación de la producción, entre otros factores, era el camino al progreso, no obstante, realizó observaciones críticas respecto a la gran velocidad con que se desarrollaron esas transformaciones: «… su momento histórico en este proceso de lógica evolución de sus actividades económicas estaban retardo, debido al desarrollo vigorosamente progresivo de sus exportaciones que tendía a polarizar y prolongar los esfuerzos para con un reducido número de productos de creciente demanda internacional. Los demás requerimientos se importaban de otros países en forma Igualmente creciente y se pagaban con el producido de las exportaciones.» (Bunge, 1940).
Por otra parte, sostuvo que un proceso que en otros países ha requerido de cuatro o más décadas, en la Argentina se desarrolló en el transcurso de sólo veinte años. A esto, Bunge le atribuye algunos trastornos económicos, como es el caso de lo que él considera «El insuficiente contacto entre la producción destinada al consumo interno y los posibles consumidores».
“País abanico»: Estudio de Alejandro Bunge y su equipo sobre el desequilibrio económico argentino:
En el mismo capítulo, el ingeniero, menciona un fenómeno que surge al mismo tiempo que el de la diversificación productiva: el de la superproducción y el infraconsumo. Para comprobar aquellas ideas, Bunge y su equipo, han realizado un estudio sumamente detallado que dio origen al término de: “País abanico» y para llevarlo adelante, se ha dividido al territorio argentino en tres zonas, como veremos a continuación:

Zona I: 561.000 km y 8.517.000 habitantes.
Zona II: 1.112.000 km y 3.187.000 habitantes.
Zona III: 1.112.000 km y 1.057.000 habitantes.
Por la extensión de dicho análisis y para quienes deseen conocerlo completo, sugiero que se revise la bibliografía que adjuntaré al final del artículo. Pero a continuación, brindo algunos de resultados obtenidos por Bunge para avanzar con mayor claridad en el pensamiento que se plantea desarrollar brevemente.
Para clarificar algunos conceptos, Bunge explica: «para calificar, como solemos recordarlo, hay que medir y para medir hay que comparar. Con esta finalidad de comparación se ubica a cada jurisdicción la parte proporcional que le corresponde con relación al total respectivo de todo el país. Es lo que se diría correctamente ‘Tanto porciento sobre el total’. Se ha usado la base de 1000 en lugar de la base de 100 debido a que en muchos casos en ciertas jurisdicciones resultarían fracciones de menos de 1 por 100 por eso se trata de la forma indicada de tanto por mil.»
Zona I:
– Más de 5 décimos de la extensión de línea ferroviaria (54 por 100).
– Algo más de siete decimos del número de aparatos telefónicos (71 por 100)
– Cerca de ocho decimos de los capitales invertidos en las Industrias extractivas y manufactureras (78 por 100)
Zona II:
– Tres décimos escasos de la extensión ferroviaria (29 por 100).
– Menos de tres décimos de los aparatos telefónicos (28 por 100).
– Solamente un décimo de los capitales invertidos en Industrias extractivas y manufactureras (11 por 100).
Zona III:
– Menos de 2 decimos de la extensión de líneas férreas del país (17 por 100)
– Un centésimo del número total de aparatos telefónicos (1 por 100)
– Un décimo de los capitales invertidos en las Industrias extractivas y manufactureras (11 por 100). *
* Todos los datos han sido extraídos del libro «Una Nueva Argentina» de Alejandro Bunge en el año 1940. P. 235 – 236 – 237.
En relación al análisis, Bunge apunta al desequilibrio demográfico y económico argentino y sostiene que “Otros índices significativos como la mortalidad general e infantil en el analfabetismo la asistencia escolar y la forma de vida de mas difícil expresión numérica revelan de un modo general como van resultando inferior en las condiciones a medida que aumenta la distancia el primer sector privilegiado (Zona I)”.
Sumado a esto, el ingeniero afirma que “se forma así un abanico que revela como la densidad de la población, la capacidad económica, el nivel cultural y el nivel de vida va disminuyendo a medida que aumenta la distancia de la Capital”.
Para profundizar en el aporte de soluciones plantea dos retóricas “¿Son hechos inevitables? ¿Qué puede hacerse para atenuar ese desequilibrio? Se ha hecho notar acertadamente que la mejora progresiva de las comunicaciones con los países vecinos y el fomento del intercambio con ellos podría tener en parte el desequilibrio económico.” y a partir de su planteo, sostiene que el comercio con Chile, Bolivia o Paraguay podría ser beneficioso para algunas de nuestras provincias, que él referencia como “las que están al borde del abanico”.
Sobre la necesidad de tener una política económica propia
En el informe oficial como Director General de Estadística de la Nación del 22 de diciembre de 1917, Bunge sostiene que “Todos los países civilizados tienen su política económica internacional propia, que oponen a la de los demás países. Nosotros en cambio tenemos la política económica internacional que nos imponen los demás países. En todas las naciones civilizadas existe una política económica y social propia que se opone a la influencia del exterior. En el nuestro, en cambio, existe una política económica y social interna que el exterior nos impone. Se trata, en fin, de crear una política económica argentina, política que jamás ha existido y que nos es tan necesaria como nuestras instituciones sociales y administrativas.”
En este aspecto, Bunge ha sido contundente y en más de una oportunidad, señaló que para él, las políticas económicas no pueden fundarse, más que en situaciones excepcionales, sobre la base de lo abstracto e indicó, sobre las mismas, que “surgen de la vida misma de los hechos siempre diferenciados. Conocerlos es formular la política conveniente y presumo que se continuamos sosteniendo la del pasado es porque creemos en la persistencia de los acontecimientos que dieron origen a pesar de la forma tan acelerada en qué evoluciona nuestra economía.”
En agosto de 1918 en una disertación pública en el Instituto Popular de Conferencias, Bunge esbozó una crítica a la política económica que se empleaba entonces, argumentando que, desde su visión, las mejoras en el nivel de vida o la generación de empleo para quienes estuvieran desocupados, no llegaría de la mano del modelo económico que regía, también veremos que criticaba la falta de estudio para planificar la economía y así lo presentó: “No creo que las nuevas oportunidades de trabajo, para absorber desocupados o inmigrantes puedan encontrarse extendiendo más y más nuestros cultivos ni que, de ser posible, fuera lo más conveniente. Nuestra política económica nacional así lo disponía: el país sembraba afanosamente y se esmeraba en engordar novillos y en vender tanto cuando podía, sin preocuparse de los resultados. Y compramos productos extranjeros no en la medida de nuestras necesidades sino en la medida de los recursos capaces de absorberlos. Política tan simple ha subsistido 50 años sin perfeccionarse y nos ha conducido a una crisis del comercio exterior (en particular a vender a precios bajos y comprar a precios altos) que se manifiesta por una serie de hechos que pueden sintetizarse en la siguiente forma: nuestro comercio exterior se ajusta exclusivamente los intereses de nuestros compradores y a los de nuestros proveedores del exterior”.
Por otra parte, pero en la misma disertación, Bunge plantea una retórica muy importante para cuestionar al modelo agroexportador: “¿Con qué habremos de adquirir en el exterior los artículos manufacturados que nos hemos acostumbrado a recibir, cada año, hechos y bien embalados, si nuestro maíz o nuestras carnes dejaran interesar a los consumidores tanto como antes, y si las economías que los compradores hacen y los esfuerzos que realizan para producir su propio consumo, redujeran la capacidad de compras hasta de nuestros trigos?” Con esta cita, podemos sintetizar una parte principal del pensamiento de Bunge, pionero en el cuestionamiento del modelo agroexportador.
Sobre la intervención estatal en la producción nacional y la protección de esta
En este apartado, se verá con suma claridad la profunda relación entre las ideas de Bunge, en el aspecto económico, y la planificación económica del primer peronismo, tanto en los puntos en los que Bunge sostiene que es el Estado quien debe ser el defensor de la producción nacional, así como en la idea que sugiere el ingeniero y que en breve citaré, de una política económica que responda a los intereses argentinos o en otras que retomaremos en otros artículos posteriores a este.
En principio, y con lo que respecta a la intervención estatal, Bunge afirmó que: “Es indiscutible este otro hecho: el país no está capacitado para defender la producción nacional por medio de la iniciativa privada. Si la acción es indispensable y no puede esperarse que surja espontáneamente de la iniciativa privada, es evidente que debe esperársela del Estado. Debe este intervenir. ¿Puede hacerlo? Todos los gobiernos del mundo están interviniendo imperativamente sin vacilación en este orden de cosas. Casi diría que las circunstancias que motivan estas consideraciones no se habrían podido producir de no intervenir los gobiernos compradores de nuestros productos” (Bunge, 1917)
El ingeniero, sostenía que, en aquella época (1917), el manejo del comercio y la industria, o la mayor parte de ellos, estaba en manos de extranjeros y agrega que, de todas las personas que se dedicaban al comercio en el país, 62 de 100 eran extranjeros, por cual, dice que: “estos hechos revelaban que, en términos generales, los argentinos se dedicaban a la producción y los extranjeros a comerciar con la producción”.
Por otra parte, Bunge observaba que aquellos comerciantes, que por su puesto tenían en sus manos también el comercio exterior, no estaban preparados para semejante tarea y que aquello comprometía gravemente los intereses nacionales, y agregó que: “estando la compra y distribución de la producción y el comercio interno y externo del país en manos de elementos poco adecuados para adquirir la noción de los intereses nacionales y colectivos en el orden social y económico, el desarrollo de nuestro comercio puede llegar a desenvolverse en condiciones que no consulten los intereses argentinos” y en esta última cita, encontramos un sentido fundamental en lo que respecta a la independencia económica que, 28 años después, sería una bandera y práctica política del peronismo.
Para concluir este artículo
En el pensamiento de Alejandro Bunge, nos encontramos con ideas que lo convierten en pionero en el cuestionamiento al modelo agroexportador, donde el ingeniero advirtió sus falencias y aportó ideas y estudios junto a su equipo, para forjar una Argentina industrializada, que sea capaz de pensar en políticas que aseguren la independencia económica del país y para ello, consideró que sería necesario el estudio que permita mantener la información actualizada para proceder correctamente sin comprometer los intereses nacionales. Por otra parte, hemos visto que Bunge observó con atención que el comercio exterior se encontraba, casi en su totalidad, en manos de extranjeros, llegando a la conclusión de que los Argentinos producían y los extranjeros comerciaban, algo que, indudablemente, ponía en riesgo los intereses del país.
Como síntesis a una parte de su pensamiento expuesta en este artículo y que seguiremos desarrollando resumidamente con otros, adjunto una cita de su disertación pública en el Instituto Popular de Conferencias en el año 1921: «Nuestra política económica no ha sido ni es otra cosa que una dócil sumisión a la de otros países, como lo hemos hecho notar en 1917» (Bunge, 1921).
*Estudiante de la carrera de Ciencias Políticas.
Referencias
Bunge, Alejandro (1940) Una Nueva Argentina. P. 219 – 220 – 224 – 237 – 244 – 245 – 246.
Bunge, Alejandro (1917) publicación del informe oficial de la Dirección General de Estadística de la Nación.
Bunge, Alejandro (1918) publicación del informe oficial de la Dirección General de Estadística de la Nación.
Disertaciones públicas en el Instituto Popular de Conferencias en los años 1918 y 1921.
Asiaín, Andrés (2014) Alejandro Bunge (1880-1943). Un conservador defensor de la independencia económica y la soberanía nacional. P. 83.
Mitelman, Cristian (2019) Trabajo preliminar de una edición del año 2019 del libro “Modelo Argentino” de Juan Domingo Perón. P. 11.