Por Guido Risso1

Palabras pronunciadas por el Prof. Dr. Guido Risso en la Declaración de Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires en el ámbito de las Ciencias Jurídicas.

Quiero contarles que desde que tomé conocimiento que esta legislatura iba a evaluar reconocerme como personalidad destacada en el ámbito de las ciencias jurídicas, pensé mucho en mi historia, en mi vida de pueblo, en mi colegio, en mis sueños, en mis sacrificios, como suele decirse, hice un balance, que aquellos que ya estamos a un par de años de cumplir los 50, hacemos —diría— obligatoriamente.

Pero la noticia del reconocimiento me forzó a realizar este balance de vida a conciencia plena, y entonces al recibir la distinción con la que han querido honrarme (y por cierto me honran) evalúo hasta qué punto semejante reconocimiento sobrepasa mis méritos personales y entonces mi agradecimiento es aun más profundo.

Puede que mi mérito, al margen del esfuerzo y el estudio, en definitiva el sacrificio que muchos hacen (porque convengamos que el mérito es relativo, tiene mucho que ver donde uno ha nacido y qué contextos, estímulos y ejemplos ha tenido en la vida)…

Digo, entonces, que el mérito para hacerme acreedor de semejante distinción puede que tenga que ver con mi posición académica, porque el jurista en general se pone al servicio de quien hace el derecho y en alguna medida de quien hace la historia, es decir, en general el jurista se pone al servicio del poder.

Sin embargo, en mi caso, tantos mis libros, clases y conferencias pretenden siempre ponerme del lado, no de quien hace la historia, sino de quienes sufren la historia; y ponerse de ese lado, no suele traer grandes reconocimientos, ni las mieles del poder, ni los aplausos o favores de las elites.

Pero para mí, la verdadera medida del hombre no es, ni está en sus cargos poderosos, ni en su éxito económico o estatus social y menos en este mundo tan injusto, donde todo vale para ganar dinero o falso prestigio.

La verdadera medida del hombre está en que tanto de sí mismo es capaz de dar a los demás, incluso cuando el sistema y hasta los demás le dan la espalda.

Con el paso de los años, después de tantos intentos por cambiar las cosas, uno advierte que el mundo apenas nos permite reaccionar a sus caprichos, es por eso que también hay que hacer un gran esfuerzo para que el sistema no nos cambie.

Confieso que lucho a diario para que el mundo no me quite el entusiasmo de seguir escribiendo, de seguir aportando para construir un derecho que esté del lado de los más débiles, de los que más necesitan.

Hoy después de tantos años siento que mi esfuerzo y mi trabajo académico —a partir de semejante reconocimiento— cobra sentido y ocupa un lugar importante en la palabra pública, y por primera vez, tengo de verdad la sensación de haber ayudado algo en la construcción de un derecho más justo, más social y de una democracia más inclusiva.

Se lo debo también a mi maestro: German Bidart Campos, él me enseñó que el derecho constitucional es nuestro máximo aliado frente a las injusticias y los abusos del poder. Él me enseñó que la Constitución es la mayor herramienta que tenemos para defender nuestros derechos, en definitiva, la democracia.

Me enseñó también que limitarse a la división entre lo constitucional e inconstitucional a la hora de analizar el derecho y el funcionamiento del poder es una simpleza, tanto por la falta de esfuerzo intelectual como por el facilismo que resulta cualquier análisis sin matices.

Hay muchas maneras de saltearse la Constitución sin que se note y es deber del constitucionalista estar atento a esos atajos y señalarlos.  

Y me enseñó que el grado de cumplimiento de la Constitución por parte de quienes ejercen el poder, es el mejor termómetro de la democracia. Cuanto más Constitución, más democracia. El respeto a la Constitución es directamente proporcional a la consolidación de la democracia.

  1. Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas y Especialista en Constitucionalismo. ↩︎