Por Virginia Marturet

Cuando las sociedades empiezan a acompañar una nueva normalidad, penando la corrupción y libre de abusos de poder con equidad de género.

Si bien Argentina no se encuentra entre los 10 países más corruptos del planeta no creo que eso sea un motivo para festejar nuestro sistema de gobierno, representación y la idiosincrasia local. Estamos entre los 45 más corruptos, de un total de 194, declarados por la ONU.[1] Con estas palabras claramente no estaré ganándome amigas, ni mucho menos amigos. Pero si algo estoy convencida, y siguiendo las palabras del Gran Martin Luther King allá por el siglo pasado: “Para tener enemigos no hace falta declarar una guerra; solo basta decir lo que se piensa. -Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda. –La injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes.”

Y bien refiriéndonos a las consecuencias e impacto de la corrupción y su relación con el género, sumando la globalización. Las Empresas, Estado y Gobierno, junto a la Sociedad Civil somos partes de ese engranaje que repercute negativamente en nuestros entornos. Casi por momentos imperceptible, pero innegable si decidimos mirar a los ojos el problema. ¿Lo queremos mirar a los ojos? ¿Queremos hablar de ello? ¿O nos da vergüenza y elegimos, reírnos, compadecernos y hasta negarla, naturalizándola porque… “en todo el mundo pasa lo mismo”?

Que nos hemos acostumbrado a vivir siendo discriminados, no es novedad. Que, por nuestro aspecto, donde nacimos, nuestras ideas o nuestro contexto de desarrollo distinto al «establecido» nos jugó malas pasadas en los ámbitos de trabajo, la escuela, un continente, la sociedad, tampoco lo es. Sin embargo, corren aires de esperanza que llegaron desde distintas latitudes. Y a la vez, por eso el 4 de diciembre tuvimos la oportunidad de compartir junto a grandes profesionales del derecho y la investigación un seminario que, en conjunto, y sin importan de donde éramos, como hablábamos ni cuantas posibilidades de discriminarnos tuviéramos, nos elegimos. El resto ya es historia, porque lo que sabemos y elegimos aprender es lo que nos diferencia y si preferimos vernos como iguales, personas que quieren dejar de sólo hablar y también hacer para vivir y dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos. Les acompañamos el link al video para verla.[2]

En las empresas que desarrollan actividades en Argentina, situación que ha venido empeorando producto de la pandemia, ya que la desnutrición, pobreza y precarización se han incrementado de acuerdo a datos de organismos internacionales como UNICEF[3] u OIT, y que se espera sigan incrementándose al finalizar la misma[4]. Se jugó un papel importante con el enfoque cuadripartito de estos agentes antes referidos. Y ahora nos llega el momento de ponernos en marcha para que entre todos: Estado y Gobierno, Empresas y Sociedad civil, maduremos, afrontemos nuestra realidad, con datos precisos. Algo que también sirvió como excusa para dejar de considerar y sabemos lo peligroso de ello. Hagamos cumplir nuestra Constitución Nacional y sistema de leyes que tanto tienen para ofrecernos, y que es orgullo a nivel nacional e internacional. Porque eso también es innegable, tenemos leyes que el mundo admira e incluso “imita” o toma como referencia para promover buenas prácticas. Pero ahí otro de los grandes problemas que tenemos por estos lares, en el “Fin del Mundo,” parece que cumplir las reglas y leyes que creamos ya les corresponde a otros. ¿En serio?

Como antes lo mencionara, aplica a todos los sectores, privados o públicos, en la economía formal y en la informal, y en las zonas urbanas o rurales. Para finalizar referirme a la libertad de la ciudadanía, y su impacto incorporando la necesidad de mitigar su impacto en el contexto concreto.

Considerando que este contexto quisiera cerrar este momento de lectura dejando en claro que toda persona tiene derecho a un mundo laboral libre de corrupción, sin distinción del género de quien se trate. Porque aplicar la perspectiva en Derechos Humanos, y de género también en este caso, es parte de la solución. Sabemos que se dice y ha probado que las mujeres no son menos corruptas o corruptibles. Aquí el problema es que no ocupamos espacios de decisión relevantes y por ello nos deja ese “beneficio de la duda” o mito. Tan repetido en los últimos 5 años, por poner un número para Latinoamérica.

La importancia de definir qué acciones son consideradas delitos de corrupción es dar primeros pasos, pero lo que sigue es tener consecuencias por esos actos. Ya que, si bien la línea divisoria entre ambos conceptos pareciera ser borrosa, es todo. La intención y voluntad entiendo debe ser que Argentina, como otros países del mundo deje de crear un obstáculo para poder abordar el problema de raíz. Ser auténticamente inclusiva en esta postura es clave, identificando el derecho de toda persona a un entorno laboral, social, económico y cultural exento de corrupción. Cubriendo y haciendo extensiva la cadena de responsabilidades a instancias que exceden la familia, marca, institución, oficina o el espacio físico de trabajo, pueblo, ciudad y hasta región. Abordando la corrupción, el género y los delitos económicos, para garantizar la asunción de responsabilidades y respectivas sanciones.

Se crea una nueva agenda para el mundo, en consonancia con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Porque la corrupción nos quita libertad de acción, una forma de discriminación para quien no la ejerce ni promueve. Y las empresas con el rol fundamental como actores de cambio, junto a cada uno de las personas que intervienen y se interrelacionan gracias a su existencia. Porque, cuando la pandemia acabe vamos a necesitar más empresas, estados y gobiernos que quieran acompañar la “nueva normalidad”. Una normalidad donde las personas, equipos o grupos asociados tengan sean sancionados y que su responsabilidad tenga un impacto real en la sociedad en que hicieron esos delitos. Y ya deje de ser «lo normal» la naturalización de los mismos. Que donde estemos a salvo porque conformamos una cultura que se transforma libre de corrupción, con mayor transparencia institucional y libertad de acción sin sesgos culturales. Permitiendo el empoderamiento de cada integrante del equipo. Un gobierno que gana porque la sociedad valora sean agentes de este cambio, que ya empezó.

Ya nos lo enseñó Mahatma Gandhi el siglo pasado con su movimiento pacífico y de no violencia: “si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”. Y para los Estados del siglo XXI: “Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo.”


[1] En el mundo existen una enorme cantidad de países, con una gran variedad de culturas e idiomas distintos. Actualmente existen 194 estados soberanos según declaraciones oficiales de la Organización de Naciones Unidas, no contándose entre estos países las dependencias ni los estados no reconocidos como por ejemplo Kosovo, entre otros.

[2] https://www.youtube.com/watch?v=5STsk2Wj3Ww&feature=youtu.be

[3] https://www.unicef.org/argentina/media/8096/file/COVID-19:%20La%20pobreza%20y%20la%20desigualdad%20de%20ni%C3%B1as,%20ni%C3%B1os%20y%20adolescentes%20en%20la%20Argentina..pdf

[4] https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_764643/lang–es/index.htm