Por Fiona Santagati
En este bendito país, es moneda corriente la mentira y el engaño, sobre todo cuando se trata de querer ilustrarnos a los peronistas como, en resumidas cuentas, los villanos de la película. Pero eso no es lo único, sino que también buscan bañar de grandeza recurriendo al marketing, el focus group y el coaching, a quienes han destruido a nuestra nación. A quienes reniegan de su patria y valores, dispuestos a entregar en bandeja todo lo nuestro. ¿Y cómo se da esto? Por varios factores pero el principal: los medios de comunicación colonizando a la mitad de la sociedad a través de zonceras, porque el antiperonista es así, es tilingo, chiquito de cabeza con argumentos fabricados minuciosamente por la industria del odio.
En este artículo quiero hacer hincapié en la labor del justicialismo por la ciencia y la tecnología, para que se sepa y tenga en cuenta, que para nuestro movimiento, estas áreas no son únicamente espacios donde se realicen experimentos. Sino que son la llave a la independencia, el motor de la liberación nacional. Sócrates sostenía que el conocimiento nos haría libres, es por ello que tomar a la ciencia y tecnología deben ser un asunto fundamental en los gobiernos peronistas. Y así fue, pasamos de ser una nación que miraba a un costado con el desarrollo tecnológico a uno que hizo todo lo contrario, de la mano de nuestro conductor, Juan Domingo Perón. Comenzó con la creación del Ministerio de Asuntos Técnicos en el año 1949, cuya función era modernizar al país mediante el fomento y creación de áreas de investigación científica. A la par, se crea la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950, la Dirección Nacional de Energía Atómica en 1951, la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas (1950) que más tarde se transformaría en la Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (DNICYT), el Instituto Antártico Argentino (1951), y la Junta de Investigaciones Científicas y Experimentaciones de las Fuerzas Armadas en 1954. Además, mediante el decreto nacional n° 9695/1951 nacía el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CNICYT), más tarde CONICET. Añadiendo el surgimiento de la Universidad Obrera Nacional (actual UTN) a través de la ley 13.229.
Dos hechos maravillosos fueron la creación del avión Pulqui II y el desarrollo del “Proyecto Lofer”, un torpedo submarino guiado a radiocontrol. Esto dejó a las claras explícitamente el compromiso del justicialismo para consolidar un magnánimo progreso en materia de soberanía científica.
Con Néstor y Cristina, se continuaron ejecutando programas y manteniendo a la CYT en el centro de la escena. Se recuperó el CONICET, se repatriaron millones de científicos/as por medio del Programa RAÍCES mediante la ley 26.421, que previamente habían sido expulsados durante el menemismo desembocando en una fuga de cerebros. ¡Pensar que hubo un ministro de economía que los mandó a lavar los platos! Increíble ¿lo peor? hoy en día continúa dando cátedra en programas de televisión. Continuemos, se aumentaron las becas para investigadores en diversos organismos, se elaboró Programa ARSAT (construido por la empresa estatal INVAP) que contempla la construcción de Satélites Geoestacionarios, el Plan Nuclear Argentino (construcción de centrales atómicas para el uso de la energía nuclear con fines medicinales) la elaboración del cohete transportador Tronador II, etc.
Esto no es lo único que van a leer en el artículo, ya que me interesa realizar una profunda reflexión para que el interlocutor comprenda que no se trata de química ni hechicería a la hora de gobernar. Se trata de voluntad política. Fijémonos, el léxico de parte de un sector argentino a la hora de hablar de “los políticos” despectivamente. Despotrican contra la política como modus operandi permanente y no saben, que demonizándola, no hay rentabilidad de transformación posible.
“Para quienes dicen todos los políticos son lo mismo, les contesto que para un analfabeto todos los libros son iguales” exclamó Alejandro Dolina, sintetizando como se construye la narrativa anti-política, cuyo único fin es mantener a la ciudadanía lejos de la consciencia de sus derechos. No obstante, muchas veces se discute en el seno de la sociedad, con muchas razones, que la clase política es una especie de corporación que busca cuidarse entre sí. Yo, puntualmente, sostengo que no, pero como en todos lados, gente oportunista la hay. Aunque no por ello debería, en lenguaje centennial, cancelarse a la actividad política. Es como querer atribuirle el mote de nocividad a la medicina porque existan hombres y mujeres de mala fe. Particularmente me molesta demasiado la generalización peyorativa que recae sobre la política, porque no depende de ella que haya personas sin ética y aparte, atentan contra el principal instrumento que tenemos todos y todas para cambiar la realidad. Esto no lo digo como militante, ni peronista, sino como argentina, porque tengo noción de lo que nos ha sucedido cuando se puso en jaque a la política; me remonto a los dos escenarios más oscuros de nuestra historia. Revolución Fusiladora y el golpe de Estado de 1976. Ambos acontecimientos estuvieron caracterizados por la persecución, la proscripción, asesinato, censura, terror y saqueo. Implantaron la semilla de la antipatía y la violencia, al punto que no podías decir “Perón y Evita” porque te desaparecían. Estaba prohibido cantar la marcha, dar un símbolo de preferencias ideológicas ni participar activamente. Era la república del silencio atroz, en donde nadie decía nada pero sucedía de todo. ¿Recuerdan? pero en los colegios a la primera, la mencionan como – Libertadora – y en los peores casos, omiten hablar de ello. En la segunda, muchas veces nos topamos con sujetos que enarbolan la infame teoría de los Dos Demonios, apelando al razonamiento cipayo de la Doctrina de Seguridad Nacional la cual lleva en su núcleo la justificación del terrorismo estatal debido a un enemigo interno a combatir en el campo de batalla de una “Guerra sucia”.
¿Qué tendrá que ver esto con la ciencia y tecnología? Porque los proyectos políticos no surgen de un repollo, ni del cosmos por arte de magia. Hay actores con decisión política, que gobiernan para el pueblo garantizando derechos elementales, priorizando al bienestar social, a la estabilidad e independencia económica junto con la soberanía nacional, y otros gobiernan para la anti patria, para intereses espurios y minoritarios. Y como hemos visto, los primeros son perseguidos y difamados, los segundos gozan de impunidad total.
Es por ello que es fundamental, recordar y tener memoria, porque si no la historia se repite y quien sale perdiendo es el pueblo. Más en un contexto tan incierto, en donde el mundo se dio vuelta a causa de un virus letal, pero sobretodo, en donde más esfuerzos deberían hacerse entre naciones para acabar con ésta catástrofe. Ya sea a través de acuerdos bilaterales, multilaterales e internacionales y primordialmente, por vía del desarrollo e inversión en el tópico del cual hablamos.
Por último, quería citar a una gran figura de la medicina para justificar lo mencionado anteriormente.
“Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.
Bernardo Houssay, médico y Premio Nobel de Fisiología