CAMBIOS EN POLÍTICAS ESTATALES, RELACIONES SOCIALES Y REPRESENTACIONES CULTURALES EN TORNO A LA VACUNACIÓN POR COVID 19

Por Serena Orellano*

La antropología de las sociedades complejas tiene en cuenta una distinción que se fundaba, en principio, en el contraste radical entre sociedades sin estado y con estado. De esta manera, se expandieron los estudios orientados a las primeras de ellas, constituidas como objeto privilegiado de los estudios etnológicos y de la antropología clásica. Posteriormente, hacia los años ’50, por la influencia de la corriente llamada ‘procesualista’ varios estudios comenzaron a tomar relevancia al intentar comprender la situación particular configurada en las sociedades bajo regímenes coloniales, en vías de colonización o recientemente emancipadas, por lo que el foco se fue desplazando al estudio de cuestiones asociadas a la conformación de los estados y naciones (Rosato y Balbi, 2003).

Es en este contexto en el que los conceptos de comunidad, conflicto y sociedad se ponen en relieve y dan paso a desafíos metodológicos, teóricos y epistemológicos, para pensar el mundo contemporáneo. A partir de este momento, la antropología se volcó hacia el estudio de la propia sociedad, profundizando el diálogo con la sociología. De este modo, podemos resaltar las discusiones centrales de la disciplina en el proceso de comprender configuraciones y fenómenos principalmente urbanos que se dan desde los años 60’, los mismos pretenden ofrecer un panorama diverso de cuestiones en torno a las cuales se fueron constituyendo y consolidando distintos campos de discusión que acrecentaron la tendencia hacia la especialización de la antropología.

En base a la lectura de estos textos, y recuperando algunas conceptualizaciones de los autores de la época, podemos interesarnos en un análisis del panorama actual, sobre todo para intentar comprender los cambios complejos que la pandemia acaecida por el virus ampliamente conocido como Covid 19 conllevó para nuestras sociedades. Para adentrarnos en esta idea, primeramente, habría que poner el foco en las transformaciones del Estado y en el cambio social global que trajo la pandemia. La misma introdujo cambios a nivel político, económico, social, que servirán para reconfigurar los vínculos sociales, nuestras relaciones con el medio ambiente, otro tipo de relación Estado-sociedad, nuevos estímulos, otros modelos de socialización y sociabilidad (Simmel G, 2002), entre otros.

Todas estas cuestiones son importantes para pensarlas desde la visión holística de la antropología, en tanto la misma nos permite explicar los procesos sociales en curso y los movimientos en torno al Estado, las relaciones cambiantes entre países del centro y de la periferia y, asimismo, las cambiantes configuraciones al interior de cada formación estatal.

Estos asuntos son difíciles de abordar y explicar ya que no podemos acceder a una memoria histórica del periodo contemporáneo que nos hable de un mega acontecimiento como lo es la crisis sanitaria global, un hecho social total que es difícil de dimensionar.

Para circunscribir la mirada, en función de la copiosa información disponible y los múltiples cambios producidos a nivel de las políticas públicas que trajo esta nueva forma de vida por Covid 19, me centraré en las representaciones culturales en torno a las vacunas y en cómo se construyen nuevas políticas estatales, así como una nueva idea de vinculo social.

Repensar el Estado-nación, las políticas sanitarias y la ‘biopolítica’

Para comenzar, Anderson (1993) define nación como una comunidad política imaginada. Aquí se afirma el sentido de pertenencia compartido como un proceso activo, y propone que el nacionalismo debe entenderse alineándolo, no con ideologías políticas conscientes, sino con los grandes sistemas culturales que lo precedieron y de donde surgieron por oposición. Como también lo apuntaba Brow (1990), los procesos de comunalización –esto es, cualquier patrón de acción que promueve un sentido compartido de pertenencia– producen relaciones y prácticas que combinan componentes cognitivos y afectivos, así como esta idea de comunidad y reconocimiento de la identidad compartida.

Al hablar de los dispositivos puestos en marcha a la hora de luchar contra la transmisión del coronavirus, todos estos conceptos se movilizan despertando distintas sensibilidades y apropiaciones diversas respecto a cómo experimentamos la identidad nacional y la vida en comunidad. Continuando con lo que plantea Anderson, la idea de nación necesita caracterizarse como comunidad política imaginada, inherentemente limitada y soberana. La nación en el campo simbólico funciona como la idea de una comunidad social que existe desde tiempos inmemoriales y, para conjurar la debilidad de ser imaginada, se necesita de un mito fundacional y una especie de historia sagrada que la haga existir.

Aquí se movilizan las ideas de pertenencia a cierta comunidad, se realza la identidad nacional al aceptar ciertas políticas nacionales, cerrar las fronteras y el contacto con los demás países. Para dar un ejemplo de cómo esto es puesto en marcha, puedo hablar de un podcast que se encuentra en Spotify en la sección de las charlas TED en español.  Allí, Anna Kazumi Stahl relataba porqué Japón, al ser un país con sobrepoblación y próximo a China (país donde se cree fue originado el virus) no tuvo un contagio exponencial sino lineal y lentificado en cuanto a casos de COVID-19. Esto se puede entender teniendo en cuenta la respuesta cultural de la comunidad japonesa, que está acostumbrada a reaccionar de forma orgánica y unida ante cualquier evento que la comprometa, ya sean tifones, tsunamis, terremotos o, en este caso, un virus. Esta respuesta cultural también tiene que ver con la forma de vida de los japoneses, ya que muchos de los protocolos sanitarios que en nuestro país fueron instaurados, aquellos los tienen incorporados gracias a ciertas pautas culturales que los hacen más predispuestos al cumplimiento de los mismos. Estos ciudadanos están acostumbrados al desarrollo de una sofisticada etiqueta que entraña en si otros sentidos como, por ejemplo, el de afirmar el status, el prestigio o la reputación. Si bien lo realizan más como una forma de distinción y demostración de respeto que como una práctica de cuidado preventivo, el distanciamiento social en los saludos y encuentros, el dejar los zapatos en la entrada de los hogares, el uso de barbijo ante una enfermedad como resfríos y gripes y un conjunto de otras prácticas, impiden la propagación del virus dentro de las casas, como explicaban al principio de la pandemia los profesionales de la salud. Esta última práctica fue adoptada en contextos urbanos – también en Corea del Sur – donde el problema de la polución y emisión de gases es extremadamente nocivo para sociedades sobrepobladas. El uso de barbijo puede entenderse aquí como una solución pragmática, más que como una práctica arraigada en su cultura ancestral. No obstante, con este ejemplo me interesa poner en relieve lo que significa este sentimiento de solidaridad y pertenencia, del cual hablan los autores antes referidos, del sentirse parte de una comunidad y sentir preocupación por el otro.

Siguiendo a Das y Poole (2008), la teoría política occidental a lo largo de su historia concibe el estado como forma administrativa racional de organización y orden político. Uno de los efectos que resultan de pensar el estado en estos términos; es decir, en base a sus funciones de producción de orden es que los márgenes espaciales y sociales son concebidos como lugares de desorden en los que el estado no logró imponer sus regulaciones y un ordenamiento determinado. Sin embargo, es posible invertir el interrogante y preguntarse qué es el estado cuando se lo analiza insertado en prácticas, lenguajes y lugares que son los que están situados en los márgenes del estado-nación.

Desde una perspectiva antropológica, los márgenes suministran una perspectiva excepcional para percibir el estado, ya que sugieren que estos espacios de prácticas percibidos como opuestos, débiles o peligrosos, son en verdad constitutivos del estado e instigan a reflexionar y relativizar los límites entre centro y periferia, público y privado, legal e ilegal.

Teniendo en cuenta la noción de pertenencia a cierta comunidad, y los márgenes sociales y espaciales configurados principalmente por la agencia estatal –aunque no de manera exclusiva–, estos se han visto movilizados por diferentes acontecimientos durante la pandemia. Por ejemplo, podemos mencionar que se reconfiguró la forma de gestionar las relaciones sociales y estatales, al restringir las interacciones con los demás países, y cómo se ve a la figura del extranjero, a la otredad como un sujeto peligroso potencial portador del virus. Esto también influirá a la hora de aceptar una vacuna perteneciente a un laboratorio de cierto país. Podemos recordar los momentos en los que las personas que habían viajado a otros países eran estigmatizadas al ser posibles propagadoras del virus, se las excluía socialmente, así como a quienes en algún momento se contagiaron de covid. Así también, las naciones que tenían tratados o buena relación política se vieron perjudicadas ante el cierre de fronteras y sus alianzas puestas en suspenso debido a la emergencia sanitaria.

De esta manera, nos adentramos en los conceptos de Estado y Nación, que han sido cambiantes a lo largo de tiempo y su revisión actual ofrece una idea de cómo se estarían configurando las ideas en torno al cuidado de la población y las relaciones en la mismas. Pero aquí nos podríamos preguntar aún: ¿Qué es, entonces, una nación?… Según Renan (2000), más allá de las dinastías, de la lengua, de la religión, de los intereses, de la geografía, «una nación es un alma, un principio espiritual». Y se encuentra integrada por dos elementos: uno pertenece al pasado, y es la posesión en común de un rico legado de ·recuerdos; el otro se proyecta sobre el presente, es el deseo de vivir juntos, la idea de mantener válida la herencia que se recibe de nuestros ancestros. Una nación es, entonces, herencia y programa. “La existencia de una nación es un plebiscito de todos los días” (Renan 2000: p. 65)

Pasando a otro autor francés del siglo XX que nos va a aportar conceptos para pensar la pandemia, podemos departir con Foucault (1977), que con la expresión “gubernamentalidad”, o “el arte de gobernar”, no se refiere solamente a las prácticas de gobierno, sino que quiere dar cuenta de la racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía política. Lo que implica una elección de un método de control que permita un ajuste entre las prácticas y el régimen de verdad. Esto nos lleva al segundo concepto: la biopolítica, que se considera la manera en como se ha procurado racionalizar los problemas de la práctica gubernamental que se presentan en los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos en población: salud, higiene, natalidad, longevidad, etc. En tanto que no existe una sola forma para acoplar estas prácticas de poder y regímenes de verdad, no existe una única biopolítica.

Sabido es, que todas las sociedades y gobiernos actuales han debido afrontar, de una u otra manera, la presencia de esta enfermedad contagiosa. La mayor parte de los países asumieron la restricción de las dinámicas de interacción social aplicando cuarentena y distanciamiento social, aunque una minoría de países rechazaron al COVID-19 como problema.

Si bien no todas las condiciones de experiencia histórica de nuestro presente concuerdan con las de la antigüedad, sí podemos decir que el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control no logró desaparecer las formas de aquel ejercicio de poder, sobre todo en lo que se refiere a un poder invisible de vigilancia y registro permanente (el modo en que se registra nuestra temperatura corporal, los horarios de salida y turnos por DNI, entre otras medidas que se han integrado a los llamados protocolos). La pandemia por Covid-19 nos coloca frente a la necesidad de pensar qué formas de ese ejercicio del poder disciplinario y biopolítico se encuentran aún presentes y cuáles son sus nuevas modulaciones, así como intentar comprender que las medidas adoptadas por los gobiernos en todo el mundo son respuestas o formas de ejercer el poder sobre los cuerpos individuales y sobre las poblaciones que no son “nuevas”.  

Retomando las ideas planteadas en torno a la biopolítica, Agamben (1995) citando a Foucault, pone de manifiesto que “El paso del “Estado territorial”, al “Estado de población” y el consiguiente aumento vertiginoso de la importancia de la vida biológica y de la salud de la nación como problema específico del poder soberano, ahora se va transformando de manera progresiva en “gobierno de los hombres” (Foucault, 1994: p.719 Ápud Agamben, 1998: p.12)

Agamben especifica que el desarrollo y el triunfo del capitalismo no hubieran sido posibles, sin este control disciplinario llevado a cabo por el nuevo biopoder que creó valiéndose de una serie de tecnologías adecuadas, los “cuerpos dóciles” que le eran necesarios. En resumen, el ingreso de la zoe en la esfera de las polis, esta politización de la nuda vida como tal, es lo que constituye para el autor el acontecimiento decisivo de la modernidad, que resulta en una transformación radical de las categorías político-filosóficas del pensamiento clásico.

¿Esto qué nos quiere decir? Que a lo largo de la historia sufrimos transformaciones en distintos niveles que nos hicieron cambiar como sociedad poniendo el foco en la población y en el control de la misma. Esto es característico de la época moderna como especifica Agamben, y como también ejemplifica Mbembe (2011).

Este último, parte del término foucaultiano de biopoder, entendido como la esfera de la vida sujeta al poder. Pero, por su parte, Mbembe propone los conceptos de necropoder y necropolítica para describir los mecanismos por los cuales se establece y se mantiene un control sobre quién puede vivir y quién debe morir, también producto de esta modernidad creciente. Todos los estados modernos clasifican las vidas de los individuos en un sistema donde la muerte de ciertos cuerpos no es sólo esperable, sino incluso rentable. De esta manera, explora los modos de ejecución de tecnologías necropolíticas tomando como ejemplo casos como las plantaciones en Estados Unidos, el apartheid sudafricano, la ocupación israelí de Palestina, entre otros.

El biopoder, explica Mbembe, parte de la idea de que los sujetos pueden ser divididos en grupos los cuales se distinguen por quienes pueden vivir y quienes deben morir mediante la circunscripción de diferencias “biológicas” que permiten tomar distancia éticamente del otro. Esto quiere decir que el racismo es tomado como condición por la cual es aceptable la muerte, y lo que argumenta las funciones destructoras por parte del Estado.

Con este autor, podemos entender cómo se lleva a cabo el proceso de decisión de quien “merece” de alguna manera seguir viviendo o acceder a los insumos sanitarios en el contexto actual. El año pasado, iniciada la pandemia y con un cuadro complicado del sistema de salud, hemos visto como los enfermeros y médicos debían seleccionar a quien brindar respiradores o camas de terapia intensiva, valiéndose de la edad de los pacientes y de su posibilidad de sobrevivir. Así también, teniendo en cuenta si poseían alguna obra social o forma de privilegio para acceder a la atención médica, todo esto debido al colapso en hospitales y sanatorios públicos y privados alrededor del mundo.

De la misma forma sucede este año con las vacunas de todo el mundo que arriban a nuestro país. A ellas, según el cronograma establecido en el plan nacional de vacunación, pudieron tener acceso el personal de salud, docentes y personas mayores de 65 años y recientemente se ha hecho extensiva a otros grupos etarios. Esto tiene lógica por una cuestión de prioridades. Pero después de presenciar cómo se armaron vacunatorios vip para personas específicas, podemos ver claramente de qué manera funciona el concepto del autor, aunque no sean por cuestiones racistas, sino por una cuestión de privilegio de clase.

Representaciones culturales entorno a la vacunación:

La pandemia por covid 19 nos mostró cómo este fenómeno que se encuentra ligado a la globalización afectó en gran medida la concepción misma de los Estados, ya que éstos se desenvuelven dentro de referentes culturales en los cuales el tiempo y el territorio son partes fundamentales en la forma en la que se organizan y desarrollan las formas de administración.

El establecimiento de políticas neoliberales en Argentina en la década de 1990 disminuyó la inversión en sanidad, ciencia y tecnología. En el período de los gobiernos neo desarrollistas de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015) se incrementaron las inversiones en ambos sectores, pero los acuerdos realizados con el Fondo Monetario Internacional durante la presidencia neoliberal de Mauricio Macri (2015-2019) llevaron a la negociación de nuevos y exorbitantes préstamos a condición de que se apliquen grandes ajustes en el gasto público.

Esta situación condujo a que en el período del ASPO (aislamiento social preventivo obligatorio) y para revertir el deterioro del sistema público de salud, se priorizara la organización de hospitales móviles, incremento del número de camas de terapia intensiva y compra de respiradores o instrumentos de testeo y de espacios con fines de aislamiento. En simultáneo, se comenzaron a producir pruebas a nivel nacional de detección de anticuerpos y a examinar distintos tipos de métodos para tratar la afección. Además, en el mes de agosto de 2020 se llevaron a cabo acuerdos con los laboratorios Astrazeneca y Pfizer para dar por hecho el acceso a la vacuna contra el COVID.

Del mismo modo, la propagación espacial del COVID-19 trajo consigo dificultades a los organismos internacionales a la hora de ofrecer una respuesta global ante esta emergencia sanitaria.

Las acciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estuvieron orientadas a ofrecer normas en torno a la identificación de síntomas, tratamiento y prevención del virus. La OMS o cualquier otra institución global jamás idearon estrategias colaborativas en términos de seguridad sanitaria, desarrollo científico, tecnológico o de otra índole que proporcionaran a los países más inconsistentes un acceso a equipamientos, insumos, o a la vacuna en algún momento. Estas facultades quedaron en manos de los Estados Nacionales. En América Latina, algunos Estados como el argentino mostraron su interés en gestionar el cuidado de la población. 

Los discursos sobre la vacunación se han transformado en objeto de intensas polémicas, y progresivamente fue delineando una polarización de opiniones al menos en la sociedad argentina, en donde se incluyen creencias variadas y hondamente establecidas, que se dan como resultado de la inflexibilidad entre puntos de vista a nivel cultural y sistemas de valores disímiles. Algunas representaciones culturales sobre la vacunación parten de una base que tiene que ver con: derechos personales y posturas de salud pública hacia la vacunación, desconfianza de las vacunas entre diferentes culturas y comunidades y puntos de vista religiosos o tradicionales.

Las discusiones sobre validez, seguridad y moralidad de las vacunaciones obligatorias tienen origen en una tensión entre la idea de proteger las libertades individuales y proteger la salud pública. Las posturas personales y la desconfianza que –en grado muy variable- las comunidades tienen en contra de las vacunas, casi siempre vienen acompañadas de información recaudada de los medios de comunicación, portales de internet, o creencias populares que se amplifican hasta llegar a ser tomadas como verdad. Entre ellas podemos encontrar, a modo de ejemplo y sin adentrarnos en la validez de las mismas, la idea de que seremos inyectados con microchips para que se lleve un control sobre nuestros cuerpos, los efectos secundarios peligrosos que poseen las vacunas y hasta la idea de que provocan las enfermedades que aseguran tratar. De la misma manera, se presenta la creencia de que contienen conservantes que resultan perjudiciales para la salud y la popular idea de que las mismas vacunas solamente son fabricadas para sustentar el negocio farmacéutico.

Todos estos ejemplos que predican la no vacunación han sido desmentidos de una u otra manera, asegurando la eficacia de los procesos bioquímicos por los que tiene que pasar una vacuna para que pueda ser utilizada. Sin embargo, para lograr un consenso en la forma de pensar de los individuos, los funcionarios de la salud pública deben mostrarse de acuerdo y respetar las muchas perspectivas sociales y culturales que se tengan sobre las políticas públicas de vacunación, así como informar acerca de las mismas y pacificar este tipo de problemáticas, con la idea de lograr el éxito en esta actividad.

Algunas religiones y sistemas de creencias promulgan perspectivas disyuntivas para la vacunación. En el caso de las vacunas Pfizer y Sputnik, muchos integrantes de la tradición católica, por ejemplo, se opusieron a su promoción ya que iba en contra de sus ideales. Aquí no podemos dejar pasar la notoria creencia difundida mundialmente de que las vacunas, incluyendo la de COVID-19 se fabrican teniendo como base las células de fetos abortados. Para disipar esta duda, los profesionales de la salud han explicado que los cultivos celulares parten de células que son extraídas de un organismo vivo. Para realizar este proceso, se extrae una muestra de tejido de un órgano, puede ser animal o humano, y al mismo se le aplican distintos procesos para ir purgando y seleccionando las células que son pertinentes a la investigación. A lo largo de la historia, existieron solo dos líneas celulares inmortalizadas (WI38 y MRC-5), las cuales provienen de células que fueron extraídas durante un análisis de dos fetos abortados por padecer una enfermedad grave en los años 1961 y 1966. Por lo que podemos asegurar que los mismos no fueron abortados para extraerles las células, sino que esto ya era inevitable. Las vacunas Pfizer y Sputnik no dependen de estas líneas celulares.  Las mismas fueron creadas usando una tecnología distinta que se basa en el ácido ribonucleico (ARN) del propio virus. Aunque estas vacunas hayan sido probadas usando líneas celulares mezcladas, esto no establece una conexión entre el receptor de la vacuna y el aborto.  Por lo tanto, el uso de estas vacunas es éticamente correcto.  

No obstante, se pueden reconocer ciertos discursos o tendencias que cuestionan las convenciones o corrientes que se producen al interior del campo científico y tecnológico específicamente. Siguiendo a Escobar (2005), y teniendo en cuenta, como anticipábamos, la recolección de información que actualmente se produce mediante los medios masivos de comunicación, podemos asegurar que “la información computarizada y las biotecnologías están produciendo una transformación fundamental en la estructura y en el significado de la cultura y de la sociedad moderna” (Escobar 2005: p.15).

El autor especifica que, con la modernidad, muchos aspectos de la vida que resultan atravesados por normas tradicionales, como la salud, el cuerpo, el espacio y el tiempo, se reconfiguran y son apropiados por discursos científicos acompañados de formas y técnicas nuevas. A este campo en el que los antropólogos o los científicos pueden adentrarse Escobar lo llama “cibercultura”. El mismo se origina en una matriz social y cultural conocida de la modernidad, y la misma se encuentra orientada hacia la constitución de un nuevo orden que llevaría a transformar los posibles tipos de comunicación, trabajo y formas de ser.

Con esta nueva modalidad de entender la salud, y con la información sobre la misma tan al alcance de todos, se van abriendo nuevas formas de debatir y opinar sobre todo en el contexto en el cual nos situamos. En este año y medio de pandemia pudimos apropiarnos de muchos conceptos de la medicina e incorporarlos a nuestro vocabulario, se pone en valor el discurso científico como régimen de verdad y de poder. Prevalecen estos análisis del campo de poder biomédico en la sociedad y, a la vez, estos se van incorporando y reconfigurando el sentido común de la gente, que discute la problemática de la pandemia a partir del discurso de especialistas, periodistas, medios de comunicación y la opinión personal en la que juegan categorías y elementos narrativos tomados de estas distintas vías.

Cambios en las relaciones sociales

Dejando de lado las representaciones en torno a la vacunación y adentrándonos en este nuevo concepto de cibercultura, podemos comentar que Escobar la define como un campo de conexión aparentemente nuevo que surgió entre las prácticas, las articulaciones y las conexiones entre el entorno de lo urbano y el ciberespacio. Como podemos percibir, la pandemia por COVID-19 trajo consigo innumerables y bruscos cambios en las relaciones sociales, debido al aislamiento y distanciamiento social que resultó clave durante el primer semestre del 2020. Gracias a esto, se han creado diversas aplicaciones que nos conectan a través de la tecnología y a la vez nos vuelve bastante dependientes de ella, llegando a influir claramente en nuestra vida diaria. Pero, de la misma forma, esta idea de lo virtual ha contribuido a mantenernos de alguna manera en contacto y a solucionar el problema de no vernos cara a cara. Con el cierre de instituciones y espacios de trabajo, se comenzó a normalizar el homework, las reuniones virtuales, videollamadas, y demás. Poniendo en relieve este nuevo campo de conexión y de cibercultura del cual nos habla el autor.

Pero, vale aclarar, los usos de la ciencia y la tecnología conllevan a dos peligros: el primero consiste en la destrucción de la naturaleza ya que, en la concepción liberal, la misma se encuentra sujeta a la ciencia y a las necesidades de los individuos. El segundo, es la desaparición de otras formas fundamentales de revelar la esencia de ser, ya que se considera que otras maneras de entendimiento, que no sean la ciencia y la tecnología, no resultan auténticas. Aquí el autor enfatiza la necesidad de una especie de reorientación de la tradición moderna, que conduzca a una “democratización de la ciencia y la tecnología”, con esta idea, lo que se quiere lograr es un aporte a la construcción de ciertas prácticas tecnológicas que se adapten a las necesidades de los individuos. En la década de los 70’ se incrementó el surgimiento de movimientos a favor de tecnologías que resultasen apropiadas y una conciencia sobre los efectos negativos de las tecnologías de tipo industrial y nuclear, lo que conllevó a que se formen especialistas en ciencias, políticas tecnológicas y en la evaluación de las mismas. Estos escenarios llevaron a un cuestionamiento acerca de la perspectiva que consideraba a la ciencia y a la tecnología como entes neutrales, autónomos y que no tenían que ver con los contextos políticos y socioeconómicos. Esta introducción de nuevas tecnologías que se estaba llevando a cabo produjo un espacio totalmente nuevo que se llamó ciberespacio, y, al mismo tiempo, la introducción de nuevas prácticas, nociones y articulaciones que, finalmente, ocasionó lo que ahora llamamos “cibercultura”.

El ciberespacio y la cibercultura se consideran campos en que los antropólogos o cualquier científico deberían adentrarse para entender las construcciones que surgen a partir de la introducción de nuevas tecnologías. Lo que Escobar enuncia como una antropología de la cibercultura debería manifestar la complejidad de las “construcciones y las reconstrucciones en las que las nuevas tecnologías están basadas y a las que su vez ayudan a tomar forma” (Escobar 2005, 15).

A modo de cierre, con todo este análisis lo que se quiere poner de manifiesto es la nueva construcción de la realidad por la cual estamos siendo atravesados, y la cual también producimos; una nueva construcción de lo que es vivir en sociedad, en comunidad con el otro cultural. A más de un año conviviendo con el virus, estas representaciones sociales cobran mayor peso y nos ofrecen algunas coordenadas para vivir la cotidianeidad moderna.

*Orellano, Serena. Estudiante de la Lic. En Antropología Social – Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (UNaM).

Bibliografía:

  • Agamben, Giorgio, (1998) “Introducción” a Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida, España: Pre-textos, pp. 9-23.
  • Anderson (1993) “Comunidades imaginadas” Cultura libre D.R 1993. Fondo de Cultura Económica S.A de CV México DF pp. 17-76.
  • Brow (1990) “Notes on Community Hegemony and the Uses of the Past”. Anthropological Quarterly, January 1990 63:1 pp. 1-6
  • Das y Poole (2008) “El Estado y sus márgenes: Etnografías comparadas”. Cuadernos de Antropología Social Nº 27 pp. 19-52, 2008. FF y L-UBA.
  • Escobar (2005) “Bienvenidos a Cyberia: Notas para una antropología de la cibercultura”. En: Revista de Estudios Sociales no 22, diciembre de 2005 pp. 15 a 35.
  • Foucault, Michel (2007) “Gubernamentalidad”. En: Giorgi, G. y Rodríguez, F. (Comp.) Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida. Buenos Aires: Paidós. pp. 187-215
  • Mbembé (2011) “Necropolítica” En: Necropolítica, pp. 19-75, España, Melusina.
  • Renán, Ernest (2000) ¿Qué es una nación? en Fernández Bravo, Álvaro (compilador) La Invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires, Manantial.
  • Rosato y Balbi (2003) “Representaciones sociales y procesos políticos- Estudios desde la antropología social” Introducción. Editorial Antropofagia, Buenos Aires, Septiembre del 2003.
  • Simmel, G., Cuestiones fundamentales de sociología, Gedisa, Barcelona, 2002.
  • BBC News Mundo; 19 de Marzo 2021. “Coronavirus: por qué la Iglesia católica vincula algunas vacunas con el aborto (y qué dice la ciencia al respecto)” En: https://www.bbc.com/mundo/noticias-56302053