Por Santiago Poznansky[1]
El pasado veintiuno de febrero se cumplieron cien años del nacimiento de John Rawls, el filósofo que durante la segunda mitad del siglo XX revolucionó la filosofía. Sus conceptos y sus argumentaciones cambiaron para siempre el modo de hacer filosofía política[2]. Tres libros brillantes (fruto de cuarenta y cinco años de investigación) son los artífices de su revolución. Hoy día se lo considera un autor tan ineludible como Locke, Kant, Rousseau o Hobbes.
Entre sus veintidós y veinticinco años Rawls fue soldado en el frente estadounidense del Pacífico, peleando en Filipinas y Nueva Guinea contra las tropas del Eje. Tras obtener el rango de sargento abandonó el ejército y regresó a Estados Unidos para doctorarse con una tesis sobre filosofía moral en la Universidad de Princeton. Su carrera docente se desempeñó casi por completo en Harvard donde impartió la asignatura Filosofía Política durante casi cuarenta años.[3]
En 1971 publicó el que sería su libro más importante: “Una teoría de la justicia”[4]. El objetivo del libro es articular los fundamentos y principios que ordenan una sociedad justa; el tema del que se ocupa Rawls entonces es el de la justicia social. Esta obra considerada por lxs expertxs como una obra filosófica con un nivel de sofisticación de la talla del “Leviatán” de Hobbes o la “Política” de Aristóteles. Allí Rawls critica al utilitarismo y al intuicionismo que eran los paradigmas imperantes para ofrecer una teoría de la justicia contractualista basada en la filosofía kantiana, que se consideraba prácticamente obsoleta por aquellos años.
En 1993 publicó “Liberalismo político” donde abordó la cuestión de la justificación y la legitimidad política en democracias contemporáneas, que están signadas por lo que él llama “hecho del pluralismo” y en 1999 publicó “Derecho de gentes” donde aborda la problemática de la justicia global, es decir, se pregunta por los fundamentos y principios de un mundo justo.
La repercusión del pensamiento rawlsiano fue inmediata: las otras grandes obras de la teoría política contemporánea se publicaron como reacción a Rawls.[5] Su “liberalismo igualitario” fue considerado por otrxs filósofxs del espectro liberal como demasiado exigente y por filósofxs socialistas como muy poco exigente, recibiendo por tanto críticas de ambos sectores.
Posiblemente una de las ideas más valiosas del legado de Rawls sea que la libertad y la igualdad no son dos ideales políticos mutuamente excluyentes sino más bien dos caras de una misma moneda. Hablar de liberalismo implica necesariamente hablar de una sociedad igualitaria[6].
En 1999 Rawls fue condecorado por el presidente Bill Clinton con la National Humanities Medal. En la ceremonia de entrega de medallas Clinton destaca que Rawls le devolvió la confianza en la democracia a toda una generación de estadounidenses[7]. La obra de Rawls es eminentemente una filosofía de la democracia.
John Rawls murió el veinticuatro de noviembre de 2002 a los ochenta y dos en su casa de Massachusetts. Marcó a lo largo de toda su obra una agenda de problemas y un abordaje teórico de dichos problemas que sigue atravesando al día de hoy la manera de hacer filosofía política.
[1] Santiago es estudiante de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
[2] Si bien su obra es eminentemente filosófica hoy en día Rawls es leído también por economistas, sociólogxs, politólogxs, abogadxs y políticxs.
[3] En una entrevista del año 2012 su discípulo Thomas Pogge lo recordó como una persona extremadamente modesta y tímida, algo no usual entre el carácter pomposo de lxs profesores de Harvard. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=r9yUJLBzGX8
[4] Este libro comienza con las siguientes palabras: “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales”
[5] Como ejemplo tenemos “Anarquía, Estado y utopía” del libertario Robert Nozick, “Los límites del liberalismo” del comunitarista Michael Sandel y “Tras la virtud” del también comunitarista Alasdair MacIntyre.
[6] Rawls rechazaba el igualitarismo estricto. Su famoso “principio de la diferencia” acepta desigualdades en una sociedad siempre y cuando éstas redunden en el beneficio de los menos aventajados de la sociedad.
[7] https://clintonwhitehouse4.archives.gov/WH/New/html/19990929.html