Cuidar el lenguaje

Mar 8, 2021

Por Manuela Lerda

Hace algunos años, en Argentina comenzó un proceso de transformación de la lengua en lo relativo al género: se empezó a incorporar una nueva marca de género, la e neutra, que tiene como objetivo incluir a quienes históricamente han sido marginados de la sociedad sexista en la que estamos inmersos. Por supuesto que hay voces a favor y en contra, y las expondré a continuación.

Un argumento muy popular en contra del cambio es que “se destruye el lenguaje” y que, como el uso del inclusivo no está normado ni avalado por las academias, es incorrecto. Pero lo que se está olvidando aquí es que la lengua está en permanente cambio a pesar de que sea lento y casi imperceptible. La lengua demanda ser mutada y lo es gracias al uso por parte de los hablantes, caso contrario moriría. Además, las academias y los diccionarios recogen las palabras que los hablantes usan: son espejos de la realidad lingüística, no creadores de ella.

Otra objeción es que si hablamos con el neutro e vamos a dejar de entendernos, como si la propuesta significara dejar de hablar en castellano. La función principal de la lengua es la comunicación, y la única dificultad que plantea la e en este sentido es entender que, cuando se usa, se está refiriendo a un grupo mixto de personas (en lo referido a su género) o a una persona que no se identifica con los géneros binarios. Mientras logremos transmitir nuestras ideas, vamos a estar hablando bien.

También hay quienes sostienen que el lenguaje inclusivo es irrelevante y que deberíamos preocuparnos por cambiar el mundo real, pero lo que no están reconociendo es que la forma en la que concebimos el mundo está íntimamente relacionada con las palabras que usamos y las estructuras de nuestra lengua madre. A partir de ellas construimos sentido y abordamos lo real. No obstante, hay que conceder que quienes mantienen esta postura al menos admiten que hay un claro problema que necesitamos abordar urgentemente.

No hay dudas de que incorporar el género neutro a nuestra lengua permite una inclusión y una visibilización nunca antes pensadas en nuestro país. El cambio lingüístico es un hecho democrático: voces que han sido calladas ahora pueden ser escuchadas, una cantidad inmensa de historias y realidades dejan de estar ocultas, y aquellos que han sido reprimidos obtienen la libertad de expresar su identidad con las nuevas herramientas que se proponen.

Por último, eliminar el binarismo del castellano nos permitirá modificar la intrínseca configuración machista que rige la manera en la que pensamos. Existen desigualdades de género que se reflejan en, por ejemplo, el nombre de ciertos roles y trabajos que tienen como única forma el masculino; en la referencia al humano en general como “el hombre” o la mención de las mujeres en segundo lugar, siempre luego del masculino. El lenguaje inclusivo nos ofrece una tercera opción que deja atrás la necesidad de asumir el género de la persona a la que hacemos alusión y de excluir en el proceso de generalización a todos aquellos que no se identifican con el masculino.

Lo que quiero decir es que la lengua está dentro de cada uno de nosotros y es responsabilidad nuestra cuestionarla y elegir conscientemente las palabras con las que nos expresamos. Si nuestra mentalidad cambia, la lengua cambiará con nosotros, y confío en que vamos a lograr construir un mundo más justo y amable para todos.